Crisis alimentaria 2022

Crisis alimentaria 2022

La llamaban crisis incluso antes de que comenzara la guerra: más de 800 millones de personas vivían en estado de hambre crónica. Pero, como ya habrán escuchado, la invasión rusa de Ucrania —dos países que, según se calcula, producen suficiente alimento para 400 millones de personas y representan hasta el 12 por ciento de todas las calorías comercializadas a nivel mundial— dificultó aún más las cosas y agravó el hambre.

El precio de los cereales aumentó un 69,5 por ciento y el de los aceites, hasta un 137,5 por ciento, mientras que el índice general de precios de los alimentos ha subido un 58,5 por ciento. Y se teme que el efecto podría ser todavía más significativo, sobre todo si se conoce la violencia que acompaña los recientes incrementos más moderados de los precios de los alimentos (como cuando hubo disturbios, desestabilización política y guerras declaradas en más de 40 países en 2008).

Sin embargo, una de las cosas que estos números no evidencian es la hambruna masiva, y lo que ello implica: la posibilidad de que, como resultado de la actual crisis alimentaria agravada por la guerra en Ucrania, el cambio climático y los efectos continuos de la pandemia de coronavirus, 323 millones de personas estén “en camino hacia la inanición” en este preciso momento, y 49 millones estén “literalmente al borde de la hambruna”.

Vale la pena tener en cuenta que 49 millones no es el número que se enfrenta a la “inseguridad alimentaria aguda”. Esa cifra es mucho más alta: al menos 323 millones, lo que supone un aumento, respecto a los 276 millones de antes de la guerra, los 135 millones de antes de la pandemia y los 80 millones que había en 2017. Lo que indica que la cifra se cuadruplicó desde entonces y que cuarenta y nueve millones solo es la cantidad de personas que corren un riesgo de muerte más inmediato.

Ese empeoramiento es resultado de la guerra, pero la crisis subyacente es más grande y estructural: según cálculos del Programa Mundial de Alimentos, al menos, la mayor parte del crecimiento en esa categoría de “inseguridad alimentaria aguda” es el resultado del empeoramiento de las condiciones antes de la invasión. Eso se debe principalmente al COVID-19, el cambio climático y el conflicto bélico.

Los impactos climáticos también son ahora una afectación continua. The Economist resumió el estado de la agricultura mundial, poco antes de la guerra, de esta manera:

China, el mayor productor de trigo, ha declarado que, después de que las lluvias retrasaron la siembra el año pasado, esta cosecha puede ser la peor de su historia. Ahora, además de las temperaturas extremas en India, el segundo productor de mayor escala a nivel mundial, la falta de lluvia amenaza con mermar la producción de otros países productores de alimentos, desde el cinturón del trigo en Estados Unidos hasta la región de Beauce en Francia. La peor sequía desde hace cuarenta años está devastando la región del Cuerno de África.

La guerra trajo consigo sus propios efectos agravantes: embargos a las exportaciones rusas y un bloqueo que obstaculizó las de Ucrania; el aumento en los costos de los combustibles incrementó de manera considerable el precio de los alimentos al encarecer su transporte y provocar aumentos drásticos en el costo de los fertilizantes, la mayoría de los cuales se producen con gas; y las prohibiciones a la importación impuestas por más de una docena de países, preocupados por su propia seguridad alimentaria, que tensaron el mercado todavía más.

Por otra parte, se cree que 2023 podría dar un giro aún más catastrófico. La crisis de precios de este año podría estar sucedida por una verdadera crisis de suministro, en la cual los alimentos lleguen a estar fuera del alcance de muchos millones de personas, no solo por los precios, sino por las condiciones estructurales actuales (como no poder plantar la cosecha del año próximo en Ucrania y el aumento drástico en el precio de los fertilizantes, que puede representar una tercera parte o más del costo anual total de los agricultores), y el mundo podría experimentar lo impensable: una verdadera escasez de alimentos.

Por fortuna, en este punto, la mayoría de los economistas agrícolas son un poco más optimistas. Señalan que la mayoría de los alimentos son para consumo nacional, no se comercializan en los mercados internacionales, lo cual significa que cifras como el “12 por ciento de las calorías comercializadas en el mundo” pueden ser engañosas. Según los economistas, en muchos lugares, puede haber sustitución, incluso en los 36 países que de manera habitual importan el 50 por ciento o más de su trigo de Rusia y Ucrania. En esos lugares donde no es posible el remplazo, existe el último recurso de la ayuda alimentaria, y el Congreso acaba de reservar 5000 millones de dólares para ese fin.

Pero, sobre todo, los economistas agrícolas señalan que, en principio, no hay una verdadera escasez de alimentos a nivel mundial, sino solo esa “crisis de precios” que no parece ser tan grave.

Te invitamos a seguirnos en nuestro blog y redes sociales, donde extenderemos este artículo, desde una perspectiva económico-financiera y también para continuar recibiendo contenido actualizado sobre otros temas relevantes que acontecen en nuestro país y en el mundo.

Related posts

You must be logged in to post a comment.

Contamos con oficinas en

CDMX, Querétaro y Manzanillo, Riviera Maya.